El artista —dedicado principalmente a la escultura— nació en la pequeña localidad jacetana de Larués, y es sin duda una de las firmas más renovadoras de la escultura española, desarrollando un lenguaje plástico propio y reconocido mundialmente. Su obra combina la audacia imaginativa y el rigor técnico, en piezas realizadas para aportar una dimensión mágica al espacio humano. En el diseño se representa uno de sus conjuntos escultóricos —llamado ‘Enviroment Tecnológico’— formado por grandes cilindros de metal agujereados, que marcaron una seña de identidad en su carrera. Se encuadra dentro de las intervenciones que el escultor ha realizado integrando su obra con el medio ambiente, en las que destacan este tipo de tótems que generan estos bosques tubulares, tan característicos de este artista.

Su impronta está muy presente en todo el territorio aragonés, habiendo realizado esculturas (sobre todo en sus primeros años de trayectoria) tan emblemáticas como la dedicada a la Jota en Albalate del Arzobispo, el monumento a Luis Buñuel en Calanda y en su tierra natal, el monumento a la Jacetania, realizada en 1968 y que preside el paseo de la Cantera jaqués desde 2007.

Desde que se estableció en Nueva York en 1981, ha sido una figura muy influyente en la cultura neoyorquina y no sólo por su trabajo como artista; también gracias a la labor que realiza desde su Fundación, lo que le ha llevado a tener el privilegio de ser el único español al que el ayuntamiento de la ciudad le ha dedicado un día en su honor: el ‘Ángel Orensanz Day’, que se celebra el 10 de abril.